El consejo de Maquiavelo para los buenos
Tabla de contenido
- Introducción
- La observación incómoda de Maquiavelo
- ¿Qué significa ser una buena persona?
- El origen de nuestra obsesión por actuar correctamente
- "El Príncipe": Una guía para aprender de los tiranos
- ¿Qué puede enseñarnos un enemigo?
- Ser efectivo vs ser noble
- Enfocarse en lograr resultados
- Cambiar el mundo para mejor
- Conclusión
"El Príncipe": Aprender de los enemigos
En el siglo XVI, Nicolás Maquiavelo, un pensador político florentino, ofreció un consejo poderoso para personas amables que no consiguen avanzar mucho. Su pensamiento gira en torno a una observación central incómoda: los "malvados" tienden a ganar. Y lo hacen porque tienen una gran ventaja sobre los "buenos": están dispuestos a actuar con la más oscura ingeniosidad y astucia para promover su causa. No se detienen por los opositores inflexibles al cambio: los principios. Están dispuestos a mentir descaradamente, tergiversar los hechos, amenazar y recurrir a la violencia. Además, cuando la situación lo exige, saben cómo engañar seductoramente, utilizar el encanto y las palabras seductoras, deslumbrar y distraer. Y así conquistan el mundo.
La observación incómoda de Maquiavelo
Se asume rutinariamente que gran parte de lo que significa ser una buena persona es actuar correctamente. No solo se tienen buenos fines, sino que también se está comprometido con los buenos medios. Por tanto, si se desea un mundo más serio, se debe convencer a las personas mediante argumentos serios y no a través de contenido sensacionalista. Si se desea un mundo más justo, se debe persuadir de manera juiciosa y gentil a los agentes de la injusticia a rendirse voluntariamente, no mediante intimidación. Y si se desea que las personas sean amables, se debe mostrar amabilidad hacia los enemigos y no crueldad. Suena espléndido. Pero Maquiavelo no pudo pasar por alto un problema incontrovertible: no funciona. Al observar la historia de Florencia y de los estados italianos en general, notó que los príncipes, estadistas y comerciantes amables siempre se meten en problemas. Por eso escribió el libro por el cual lo conocemos hoy en día: "El Príncipe", un manual corto y deslumbrante de consejos para príncipes bien dispuestos sobre cómo no quedar en último lugar. La respuesta, en resumen, es ser tan amable como se desee, pero nunca estar excesivamente dedicado a actuar amablemente, e incluso saber cómo adoptar, cuando sea necesario, todos los trucos empleados por las personas más cínicas, cobardes, sin escrúpulos y maliciosas que han existido.
¿Qué significa ser una buena persona?
Maquiavelo sabía de dónde provenía nuestra obsesión contraproducente con actuar correctamente. Occidente se crió con la historia cristiana de Jesús de Nazaret, el hombre muy amable de Galilea que siempre trató bien a las personas y terminó siendo el rey de reyes y el gobernante de la eternidad. Pero Maquiavelo señaló un detalle incómodo en este relato sentimental del triunfo del bien a través de la humildad: desde una perspectiva práctica, la vida de Jesús fue un completo desastre. Esta alma gentil fue pisoteada y humillada, ignorada y burlada. Juzgado en su vida y sin ninguna asistencia divina, fue uno de los mayores perdedores de la historia. La clave para ser efectivo radica en superar todos los vestigios de esta historia. "El Príncipe" no es, como a menudo se piensa, una guía para ser un tirano; es una guía sobre lo que las personas amables deben aprender de los tiranos. Es un libro sobre cómo ser efectivo, no solo bueno. Está plagado de ejemplos de la impotencia de los puros. El príncipe admirable - y hoy podríamos añadir CEO, activista político o pensador - debe aprender todas las lecciones de los operadores más astutos y deshonestos. Debe saber cómo asustar e intimidar, persuadir y aturdir, atrapar y engañar. El buen político debe aprender del malo, el empresario serio del astuto. Todos somos, en última instancia, la suma de lo que logramos, no de nuestras intenciones. Si nos importa la sabiduría, la amabilidad, la seriedad y la virtud, pero asumimos el compromiso de actuar de manera sabia, amable, seria y virtuosa, no llegaremos a ningún lado. Necesitamos aprender lecciones de una fuente inesperada: aquellos a quienes despreciamos temperamentalemente. Ellos tienen mucho que enseñarnos sobre cómo lograr la realidad que anhelamos y contra la cual luchan. Necesitamos armas de acero del mismo grado que las suyas. En última instancia, deberíamos preocuparnos más por ser efectivos que por ser noblemente intencionados. Ya no es suficiente soñar bien. La verdadera medida es lo que logramos. El propósito es cambiar el mundo para mejor, no quedarnos en las cómodas mieles de las buenas intenciones y un corazón cálido. Todo esto lo sabía Maquiavelo. Nos perturba por una buena razón, porque nos sonda en nuestro comportamiento más egoísta. Nos decimos a nosotros mismos que no logramos lo que queremos porque somos un poco demasiado puros, buenos y amables. Maquiavelo nos informa enérgicamente que estamos estancados porque hemos sido demasiado cortos de vista para aprender de quienes realmente saben: nuestros enemigos.