Mi historia de abuso: El hijo del pastor y yo
Tabla de Contenido:
- Introducción
- Encuentro con Joe, el hijo del pastor
- Enamorándome de Joe
- Los celos y el control
- La imposición del uso de faldas
- La oscuridad del abuso
- El silencio doloroso
- El arrepentimiento y la confrontación
- La decisión de dejarlo
- Afrontando la verdad y la recuperación
- Los cambios necesarios en la sociedad
- Conclusiones
Encuentro con Joe, el hijo del pastor
Hace años, cuando tenía apenas 14 años, conocí a Joe, el hijo del pastor de mi iglesia. Al principio, sentí una mezcla de intimidación y atracción hacia él debido a nuestra diferencia de edad, Joe tenía 20 años. Sin embargo, Joe siempre lograba hacerme reír y poco a poco empecé a sentir algo más por él. Para mi sorpresa, Joe también confesó sentir lo mismo por mí. Fue uno de los días más felices de mi vida, ya que finalmente sentí que alguien me amaba y me aceptaba tal como era.
A medida que nuestra relación avanzaba, comencé a darme cuenta de que Joe se ponía celoso fácilmente. Controlaba con quién hablaba y se frustraba con mis amigos. Sin embargo, en mi inocencia, creía que esto era normal en una relación de amor verdadero. Con el tiempo, Joe se fue adueñando completamente de mi vida y yo no me daba cuenta de lo que estaba sucediendo.
Los celos y el control
Joe continuó ejerciendo un control cada vez mayor sobre mi vida. Decidía con quién podía salir, cómo debía vestirme e incluso requería su permiso para ir a fiestas o al cine. Aunque me sentía atrapada, seguía amándolo ciegamente y pensaba que esto era lo que se suponía debía ser el amor.
Un día, Joe me dijo que debía comenzar a vestirme de manera más acorde a la iglesia, prohibiéndome el uso de jeans y exigiendo que usara faldas durante los servicios religiosos. Aunque no me sentía cómoda con esa vestimenta, estaba dispuesta a hacerlo todo por él. Quería mantener nuestra relación en secreto y mantener la buena imagen que había logrado gracias a él. Así que, a regañadientes, acepté su imposición.
La oscuridad del abuso
Un día, Joe me citó en el colegio por la noche. Fui a verlo y, al entrar al aula, me encontré con total oscuridad. Intenté buscar el interruptor de la luz, pero solo encontré una pared húmeda y fría. La incertidumbre comenzó a apoderarse de mí y, de repente, escuché la puerta cerrarse y ser bloqueada por dentro.
Fue en ese momento que reconocí a Joe. El olor de su colonia me trajo momentáneamente seguridad, pero esa sensación se evaporó rápidamente cuando me sujetó de la cara y me empujó contra la pared. Me susurró al oído que sería suya y que no podía contarle a nadie lo que estaba a punto de suceder.
Me ordenó sentarme en el escritorio y sentí un impulso irresistible de llorar. Sabía que algo terrible estaba por ocurrir. En medio de la oscuridad, sus manos fueron subiendo hacia mi falda mientras me tapaba la boca para que no pudiera gritar. Me pidió silencio absoluto.
Cuando terminó, me exigió que me pusiera la ropa interior y me amenazó diciendo que no podía contarle a nadie lo ocurrido porque nadie me creería contra el hijo del pastor. Esas palabras me destrozaron por completo. Joe había logrado infiltrarse en mi mente y hacerme sentir completamente insignificante.
El silencio doloroso
Después de esa noche, no le conté a nadie lo sucedido. Al llegar a casa, Joe me llamó y me ordenó que tomara una ducha y que desechase todas las pruebas que pudieran incriminarlo. Me sentí obligada a seguir sus órdenes, así que deshice todo rastro de lo ocurrido y traté de eliminar cualquier rastro de aquel encuentro de mi piel.
No pude enfrentar a mis padres, me sentía demasiado avergonzada. Me encerré en mi habitación y apenas salí de ella. Ellos siempre me habían advertido sobre los peligros de relacionarme con hombres mayores, pero no los había escuchado. De alguna manera, sentía que era mi culpa y que no tenía elección más que permitirle hacer lo que quisiera porque Joe me había convencido de que eso era el verdadero amor y que yo lo merecía.
Pasó un año antes de que tuviese el coraje de enfrentarlo. Le dije que ya no quería seguir así y que lo dejaría. Ese fue el momento en que él desapareció y me juró que me arrepentiría. Pero nunca lo hice. Nunca más lo volví a ver y agradezco a Dios por darme el valor de alejarme de él.
Hasta el día de hoy, me siento demasiado avergonzada para hablar sobre lo ocurrido con mi familia, pero estoy trabajando en ello. Espero que este video me dé el coraje suficiente para dar ese último paso y contar mi historia. Ahora tengo 23 años y la vida no ha sido fácil desde entonces, pero no culpo ni a Dios, ni a la iglesia, ni a las personas de la iglesia, ni siquiera a mí misma por lo sucedido. No fue culpa de nadie más que de él, Joe, el monstruo que siempre fue.
Creo que es fundamental enseñar a las personas que está bien hablar cuando algo así ocurre. También es vital educar a los niños sobre lo que es el amor y lo que no lo es.
FAQ:
- ¿Por qué no le conté a nadie lo ocurrido?
Sentía mucha vergüenza y creía que era mi culpa. Joe había logrado manipular mi mente y hacerme sentir que merecía lo que había sucedido.
- ¿Por qué no dejé a Joe antes?
Estaba enamorada de él y, en mi inocencia, pensaba que lo que vivía era el verdadero amor. Joe se aprovechó de mi vulnerabilidad y me hizo creer que era lo mejor para mí.
- ¿Cómo superé esta experiencia traumática?
Ha sido un proceso largo y difícil. He trabajado en buscar ayuda profesional y rodearme de personas de confianza que me han brindado apoyo emocional. También he encontrado fuerzas en mi fe y en la creencia de que merezco amor y respeto.
- ¿Cuál es mi mensaje para otras personas que han vivido situaciones similares?
Les insto a hablar y buscar ayuda. No están solos y merecen ser escuchados y apoyados. El abuso no es amor y no hay ninguna excusa válida para permitirlo.
Recursos: